La comunidad Shipibo-Konibo es un grupo indígena perteneciente a la familia lingüística Pano, que habita, en su gran mayoría, en las orillas del río Ucayali, en la cuenca del Amazonas. La comunidad Shipibo-Konibo representa el tercer grupo étnico más grande de la Amazonía.
Cantagallo
La trata de personas, actividades extractivas ilegales, terrorismo, ausencia de oportunidades de estudio y trabajo, y las precarias condiciones de vida impulsaron la migración de las primeras familias Shipibo-Konibo a Lima. Es así como se forma la comunidad Shipibo-Konibo de Cantagallo, que en la actualidad cuenta con aproximadamente 1600 personas, distribuidas en unas 320 familias, sobre un terreno de alrededor de 2 hectáreas. La principal actividad económica de dicha comunidad es la venta de sus artesanías en ferias o ambulatoriamente, generalmente en el Centro de Lima a turistas. Las artesanías de los Shipibo-Konibo destacan por su emblemático diseño o kené.
Kené
El kené, declarado Patrimonio Cultural del Perú por el Ministerio de Cultura en el año 2008, es un símbolo de identidad ancestral y actual, ya que en este se mantienen vivas las técnicas y los conocimientos de los antepasados de los Shipibo-Konibo. Además, el kené permite afirmar y establecer nuevas identidades en la interacción con nuevos contextos como el urbano.
El kené consta de patrones geométricos realizados a mano sobre una serie de superficies que varían desde cerámicas, telas y murales, hasta el rostro y piel de las personas.3 La habilidad de crear estos diseños es traspasada de generación en generación a través de rituales que incluyen el uso de plantas medicinales poderosas o plantas rao.
El significado de estos patrones geométricos varía según la experiencia de cada artista. Algunos diseños recurrentes ilustran la flora y fauna amazónica, como la flor del ayahuasca, constelaciones, la forma de las cochas y ríos, serpientes y felinos.
Olinda es una de las principales portavoces de la cultura Shipibo–Konibo; su arte se puede encontrar en países como España, Canadá y Brasil. De niña, fue elegida por su comunidad para promover su identidad y desde entonces, ha dedicado su vida a la promoción de su cultura, tratando de sacar adelante a las mujeres de su comunidad que se encuentran en una situación precaria.
Debora incursionó en el mundo del arte desde muy pequeña, compartiendo espacios considerados “sagrados” junto a su madre y hermanas. A lo largo de los años, Debora ha continuado innovando en su representación del kené, contando con diseños únicos e innovadores. Debora rescata el soporte y oportunidades que le provee el arte como madre soltera.
A diferencia de muchos artistas Shipibo-Konibo, el primer encuentro directo con el arte se dio tras su migración a Lima, de la mano de su padre, cuando cumplió 18 años. Hoy en día Delia crea sus propios diseños, aplicándolos principalmente a través del bordado. Ella busca continuar con el traspaso de sus conocimientos ancestrales, los cuales han viajado de generación en generación, motivo por el cual sus 5 hijos ya saben bordar kené.
Ronin empezó a explorar el mundo del arte porque reconoce el valor y el significado de su herencia cultural, experimentando con distintos medios como el bordado, los murales, la moda urbana y la educación. Ronin es la fusión de su legado histórico y la generación millenial actual, lo cual se ve reflejado en sus creaciones contemporáneas.
Sadith es una mujer con alegría y entusiasmo excepcional. Entregada a su identidad cultural, se ha desarrollado en el ámbito de la moda textil empleando los diseños kené en las prendas que confecciona. Ha logrado su sueño de tener una tienda de ropa en la que cada pieza es única y ha sido elaborada a mano. Además, le encanta bailar las danzas tradicionales de su comunidad.
Olinda es una de las principales portavoces de la cultura Shipibo–Konibo; su arte se puede encontrar en países como España, Canadá y Brasil. De niña, fue elegida por su comunidad para promover su identidad y desde entonces, ha dedicado su vida a la promoción de su cultura, tratando de sacar adelante a las mujeres de su comunidad que se encuentran en una situación precaria.
Debora incursionó en el mundo del arte desde muy pequeña, compartiendo espacios considerados “sagrados” junto a su madre y hermanas. A lo largo de los años, Debora ha continuado innovando en su representación del kené, contando con diseños únicos e innovadores. Debora rescata el soporte y oportunidades que le provee el arte como madre soltera.
A diferencia de muchos artistas Shipibo-Konibo, el primer encuentro directo con el arte se dio tras su migración a Lima, de la mano de su padre, cuando cumplió 18 años. Hoy en día Delia crea sus propios diseños, aplicándolos principalmente a través del bordado. Ella busca continuar con el traspaso de sus conocimientos ancestrales, los cuales han viajado de generación en generación, motivo por el cual sus 5 hijos ya saben bordar kené.
Ronin empezó a explorar el mundo del arte porque reconoce el valor y el significado de su herencia cultural, experimentando con distintos medios como el bordado, los murales, la moda urbana y la educación. Ronin es la fusión de su legado histórico y la generación millenial actual, lo cual se ve reflejado en sus creaciones contemporáneas.
Sadith es una mujer con alegría y entusiasmo excepcional. Entregada a su identidad cultural, se ha desarrollado en el ámbito de la moda textil empleando los diseños kené en las prendas que confecciona. Ha logrado su sueño de tener una tienda de ropa en la que cada pieza es única y ha sido elaborada a mano. Además, le encanta bailar las danzas tradicionales de su comunidad.
La etnia Uro es un grupo indígena perteneciente a la familia lingüística Uru-Chipaya, que habita en la bahía del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo ubicado a 3180 msnm, en la provincia del Collao, Puno. Su población es de aproximadamente 2000 habitantes, 60% de los cuales viven en las islas flotantes del lago Titicaca—conocidos como U ros Ccapillus—mientras que el 40% restante—los Uros Chilloni—en tierra.
Los Uro emprenden, principalmente, dos actividades económicas. En primer lugar, realizan trueques de los recursos encontrados en el ecosistema en el que viven con las comunidades vecinas. Gracias a esto, consiguen suplementar su alimentación proteica con carbohidratos como papa, harina y arroz. En segundo lugar, se insertan en el mercado a través del turismo. Esta actividad es la principal fuente de ingresos de los habitantes de las islas flotantes. A raíz del pedido directo de los turistas, los Uro comenzaron a producir artesanías inspiradas en sus estilos de vida. En sus bordados se plasman las actividades diarias, como la pesca y el tejido de junco, así como algunas deidades presentes en su mitología, además de especies de flora y fauna típicas de la zona. Estos diseños son aplicados sobre diversas superficies, como mantos, caminos de mesa y vestimentas, los cuales se comercializan en redes sociales como Facebook.
Origen de los Uro
Los Uro son descendientes de los Urus, uno de los pueblos más antiguos de la región Andina y reconocidos por algunos historiadores como el grupo étnico pionero en habitar los Andes. Se especula que sus orígenes se remontan a los años 3000 y 2000 A.C y que coexistieron con la civilización Tiahuanaco, una de las civilizaciones precursoras del Imperio Inca.
Según los registros arqueológicos y lingüísticos, los Urus probablemente provienen de la Amazonía, donde aprendieron a manejar los recursos acuáticos, lo que fue complementado con los conocimientos de agricultura adquiridos al trasladarse a los Andes. Debido a presiones e invasiones de los Aymara, los Quechua, los Pukinas y los Incas, los Urus se aislaron en las islas flotantes del lago Titicaca.
Islas flotantes
Las islas flotantes construidas por los Uro están ubicadas a 7km al norte de Puno. Su principal material es la totora, una especie vegetal que crece naturalmente en el lago Titicaca. Las islas se crean desde cero y están compuestas por el apilamiento de capas tejidas con totora seca sobre bloques construidos con raíces. Debido a la descomposición de dichas raíces, se emiten una serie de gases que mantienen las islas flotantes al quedar retenidos en los poros disponibles. Finalmente se ancla la isla construida con ataduras a troncos clavados en el fondo del lago.
Este trabajo de bioconstrucción sin igual es una técnica milenaria y demuestra un conocimiento profundo, desde las propiedades físico-químicas, hasta ecológicas y climáticas. La técnica de tejido de totora ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación.
Rita incursionó en el mundo del arte a los 12 años. A partir de su relación con el arte, Rita ha compartido esos conocimientos con otras mujeres de su comunidad, a las cuales ha ayudado a salir adelante no solo económicamente, sino también psicológicamente, a través del empoderamiento y mejora del autoconcepto que tienen de sí mismas.
Lisbet, a sus 15 años, se siente orgullosa de estar viviendo la meta que anheló por mucho tiempo: ser artista. Para ella, el arte es una forma de vida mediante la cual puede retarse con sus diseños y bordados, los que elabora con mucho empeño y voluntad. A Lisbet le ilusiona compartir sus creaciones con un público joven para que conozcan más sobre el arte y las tradiciones de su cultura.
Victoria MamaniVictoria es particularmente solidaria con el resto de mujeres de su comunidad, por lo que no pierde la oportunidad de enseñar o ayudar a otras mujeres a crear sus propios diseños e incursionar en el mundo del arte.
Desde joven, a Valeria le ha gustado innovar en sus diseños: siempre ha tomado inspiración de todo lo que la rodea, ya sea el ecosistema de las islas de los Uros o elementos modernos que ve por la televisión, y constantemente está buscando nuevos referentes. Le entusiasma enseñarle estas nuevas técnicas y acercamientos al diseño a las demás artesanas de la comunidad.
Beatriz se adentró en el mundo del arte a través de su madre, quien también es artesana. Desde chica mostró un profundo interés por aprender, por lo que su mamá le enseñó a diseñar y dibujar las costumbres y vivencias de su comunidad. Para su trabajo se inspira de las flores de los alrededores del Lago Titicaca, como las rosas, tulipanes, girasoles y la flor de la kantuta.
Rita incursionó en el mundo del arte a los 12 años. A partir de su relación con el arte, Rita ha compartido esos conocimientos con otras mujeres de su comunidad, a las cuales ha ayudado a salir adelante no solo económicamente, sino también psicológicamente, a través del empoderamiento y mejora del autoconcepto que tienen de sí mismas.
Lisbet, a sus 15 años, se siente orgullosa de estar viviendo la meta que anheló por mucho tiempo: ser artista. Para ella, el arte es una forma de vida mediante la cual puede retarse con sus diseños y bordados, los que elabora con mucho empeño y voluntad. A Lisbet le ilusiona compartir sus creaciones con un público joven para que conozcan más sobre el arte y las tradiciones de su cultura.
Victoria MamaniVictoria es particularmente solidaria con el resto de mujeres de su comunidad, por lo que no pierde la oportunidad de enseñar o ayudar a otras mujeres a crear sus propios diseños e incursionar en el mundo del arte.
Desde joven, a Valeria le ha gustado innovar en sus diseños: siempre ha tomado inspiración de todo lo que la rodea, ya sea el ecosistema de las islas de los Uros o elementos modernos que ve por la televisión, y constantemente está buscando nuevos referentes. Le entusiasma enseñarle estas nuevas técnicas y acercamientos al diseño a las demás artesanas de la comunidad.
Beatriz se adentró en el mundo del arte a través de su madre, quien también es artesana. Desde chica mostró un profundo interés por aprender, por lo que su mamá le enseñó a diseñar y dibujar las costumbres y vivencias de su comunidad. Para su trabajo se inspira de las flores de los alrededores del Lago Titicaca, como las rosas, tulipanes, girasoles y la flor de la kantuta.